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viernes, 27 de septiembre de 2013
domingo, 15 de septiembre de 2013
OMG ¿son peligrosos? (OMG =Oganismos Modificados Genéticamente)
¿Hay algún indicio de la peligrosidad de los organismos modificados genéticamente?
He aquí tan solo tres estudios: (HAY MUCHOS MAS)
1) Un estudio publicado en la edición de junio de 2013, de la revista Journal of Organic Systems muestra una investigación realizada durante 22,7 semanas con 168 cerdos recién destetados en una granja porcina comercial EE.UU. Un grupo de 84 cerdos comieron una dieta de soja y máiz modificados genéticamente Otro grupo de 84 cerdos comieron una dieta sin OMG. Los cerdos que comieron la dieta de GM tenían una tasa más alta de la inflamación severa de estomago (32 por ciento de los cerdos alimentados con OMG)- en comparación con 12 por ciento de los cerdos no alimentados con OMG( ver foto de arriba )
2)En el 2012, se encontró que las ratas hembras alimentadas maíz OMG (Roundup Ready) desarrollaron tumores de gran tamaño y disfunción de la glándula pituitaria. Los machos también desarrollaron tumores y exhibieron patologías del hígado y del riñón (Séralini, GE and others. Long term toxicity of a Roundup herbicide and a Roundup-tolerant genetically modified maiz. Food and Chemical Toxicology 2012).
3)La Administración de Alimentos y Fármacos de EE.UU. tiene datos de principios de los 90s que muestran que las ratas alimentadas con tomates transgénicos desarrollan pequeños agujeros en el estómago ( Pusztai A, Bardocz S and Ewen SWB. Genetically modified foods: Potential human health effects. In Food Safety: Contaminants and Toxins, (J P F D’Mello ed.), Scottish Agricultural College, Edinburgh, CAB International, 2003) .
Bueno, esto son solo tres ejemplos. Entonces, ¿que les parecería tener agujeros en el estomago, o estomago inflamado o desarrollo de tumores? Lo dejo a vuestra interpretación
jueves, 12 de septiembre de 2013
¿Cómo se hacen las papas fritas?
Las papas fritas es quizás uno de los alimentos mas difundidos mundialmente. La combinación de carbohidratos (papa) y grasas (el aceite con el que se fritan) es quizás una de las combinaciones alimenticias mas adictivas existente sobre la tierra. Si a ésto agregamos que algunas papitas fritas se pueden saborizar (sabor a queso, a jamón, a nachos, y muchos sabores más) entonces se tiene la combinación perfecta para crear adicción a éste alimento. He aquí un video de como se hacen las papas fritas.
miércoles, 11 de septiembre de 2013
Las "calorías" ¿Existen Realmente? Parte 2
En Las "calorías" ¿Existen Realmente? realicé un análisis respecto al concepto de caloría que está tan arraigado en nuestra sociedad. Si aún no lo has leído sería bueno que lo hicieses para entender el por que de la parte 2.
Supongamos que el concepto de caloría realmente existe y que es medible tal cual lo hacen hoy día médicos, nutricionistas y dietologos. Entonces, esto implicaría que sin importar que comes o cuando lo comes, si comes calorías en exceso ese "exceso" lo "veras" como aumento de peso. Después de todo ese es el concepto de sobrepeso que tenemos hoy día: si comes mas de lo que necesitas seras más gordo (u obeso si comes muchas calorías).
Bueno entonces, fijense en este estudio fascinante:
Greater weight loss and hormonal changes after 6 months diet with carbohydrates eaten mostly at dinner.
que traducido al español es : Mayor perdida de peso y cambios hormonales después de 6 meses de dieta con carbohidratos ingeridos mayoritariamente en la cena.
Bueno veamos los detalles: Unos israelitas (oficiales de policía) comieron dietas restrictivas (max. 1600 " calorías") por seis meses. Un grupo comió los carbohidratos mayoritariamente a la cena mientras que el otro grupo los comió a lo largo de todo el día.
Los resultados indicaron que el grupo "carbohidratos-cena" perdió 2,5 Kg mas que el control. No solo eso sino que el grupo carbohidrato-cena tuvo mejores índices de salud general y sufrieron menos hambre.
Conclusión: Estos tipos comiendo lo mismo, la misma composición de nutrientes (50% carbohidratos, 20 % proteínas y 30% grasas) perdieron mas peso si comían los carbohidratos en la cena. Entonces: "una caloría ingerida por la noche (cena) no es lo mismo que una caloría ingería en el desayuno"
Bueno, o el estudio es una mentira total o acá hay algo del concepto de caloría que no está bien. Debido a lo que comente en la parte I (Las "calorías" ¿Existen Rea) me inclino a pensar que
Supongamos que el concepto de caloría realmente existe y que es medible tal cual lo hacen hoy día médicos, nutricionistas y dietologos. Entonces, esto implicaría que sin importar que comes o cuando lo comes, si comes calorías en exceso ese "exceso" lo "veras" como aumento de peso. Después de todo ese es el concepto de sobrepeso que tenemos hoy día: si comes mas de lo que necesitas seras más gordo (u obeso si comes muchas calorías).
Bueno entonces, fijense en este estudio fascinante:
Greater weight loss and hormonal changes after 6 months diet with carbohydrates eaten mostly at dinner.
que traducido al español es : Mayor perdida de peso y cambios hormonales después de 6 meses de dieta con carbohidratos ingeridos mayoritariamente en la cena.
Bueno veamos los detalles: Unos israelitas (oficiales de policía) comieron dietas restrictivas (max. 1600 " calorías") por seis meses. Un grupo comió los carbohidratos mayoritariamente a la cena mientras que el otro grupo los comió a lo largo de todo el día.
Los resultados indicaron que el grupo "carbohidratos-cena" perdió 2,5 Kg mas que el control. No solo eso sino que el grupo carbohidrato-cena tuvo mejores índices de salud general y sufrieron menos hambre.
Conclusión: Estos tipos comiendo lo mismo, la misma composición de nutrientes (50% carbohidratos, 20 % proteínas y 30% grasas) perdieron mas peso si comían los carbohidratos en la cena. Entonces: "una caloría ingerida por la noche (cena) no es lo mismo que una caloría ingería en el desayuno"
Bueno, o el estudio es una mentira total o acá hay algo del concepto de caloría que no está bien. Debido a lo que comente en la parte I (Las "calorías" ¿Existen Rea) me inclino a pensar que
"el concepto de caloría no existe para el cuerpo humano"
martes, 10 de septiembre de 2013
Sabores naturales: ¿a pollo?
De los cerca de 5.000 aditivos permitidos en la comida, más de la mitad son saborizantes. Miles de moléculas de sabor que no solo sirven como máscaras diseñadas para hacer que la comida luzca superseductora, sino también como el pilar mismo de algunas marcas. Un ejemplo es el aderezo de Kentucky Fried Chicken, un producto que tiene al menos siete saborizantes, casi una tercera parte del total de sus ingredientes: almidón natural modificado, maltodextrina, harina de trigo enriquecida (niacina, hierro reducido, mononitrato de tiamina, riboflavina, ácido fólico), grasa de pollo, sal, aceite de soya parcialmente hidrogenado, glutamato monosódico, dextrosa, aceites de palma y de canola, monoglicéridos y diglicéridos, proteína de soya hidrolizada, saborizantes naturales y artificiales (con proteína hidrolizada de maíz y leche), colorante de caramelo (tratado con agentes sulfatados), polvo de cebolla, inosinato disódico, guanilato disódico, especias, extractos de especias, con no más del 2% de dióxido de silicio agregado como agente antiaglomerante.
Este es un ejemplo raro en el sentido de que uno puede identificar la mayoría de los saborizantes. Lo más frecuente es que esto no sea posible. Usualmente están escondidos tras las opacas denominaciones de sabores naturales y sabores artificiales, los cuales incluyen elementos que se pueden saborear –frutas, notas de especias, gustos salados y agrios como el limón o el vinagre– y otras sustancias que no se pueden sentir, porque se usan para ocultar un sabor indeseado. De hecho, varios ingredientes que vienen en la comida procesada no saben muy bien y necesitan disimularse. Además de la proteína de soya, está el gusto amargo de la mayoría de los endulzantes artificiales y de conservantes como el benzoato de sodio y el sorbato de potasio, que producen lo que se conoce como “quemadura por preservantes”. La compañía alemana Wild vende un producto para modificar el sabor de la estevia, que “tiene este horrible y persistente gusto a regaliz”, como me dijo Marie Wright, jefe de sabores artificiales de la empresa. Las vitaminas adicionales, como es de suponer, saben “vitaminosas”. La B1, en particular, puede tener el aroma de un huevo podrido.
Un chef prepararía una salsa usando grasa de pollo y caldo, junto con mantequilla, cebollas, harina, crema, sal, pimienta y quizá vino blanco. Pero la mayoría de procesadores industriales no pueden darse estos lujos. Utilizar ingredientes reales no solo es más caro, sino que usualmente es ineficaz, pues con frecuencia a los sabores volátiles y frágiles de la madre naturaleza no les va muy bien en su paso por la línea de producción. Las pócimas de las compañías son mucho más fuertes, como las que producen Wild, International Flavors & Fragances (IFF); Gividuan, la empresa de sabores más grande del mundo; la compañía suiza Firmenich; la tienda alemana Symrise, y Sensient, entre otras pocas.
“Si usted toma una fresa fresca después de procesarla, no sabe a nada”, me explicó Wright, para justificar por qué la producción de alimentos depende tanto de la industria global de saborizantes, que mueve al año unos 12.000 millones de dólares.
Parte de la demanda de saborizantes está emparentada con la forma en que se cultivan las plantas y se crían los animales en el mundo. Wright me propuso que, si estaba tan interesada, hiciera un test en casa.
Me dijo que tomara tres pollos enteros. Uno corriente, de los baratos que se encuentran congelados en los supermercados; uno orgánico producido en masa, como los de Bell & Evans; y otro, que ella llamó un “pollo feliz”. Se refería a un ave que hubiera pasado su vida libre, corriendo por ahí y con una dieta evolutiva de pasto, semillas, insectos y gusanos. Wright me pidió que los asara en mi cocina y notara el sabor. “El pollo barato –me dijo– tendrá un mínimo gusto debido a su corta vida, sin acceso a luz natural y engordando con una dieta monótona de maíz y soya. El pollo de Bell & Evans tendrá unas “leves notas rostizadas y grasosas”, y el “pollo feliz” será “incomparable, con un hondo y suculento sabor a nueces”. Wright, como se podrán imaginar, prefiere consumir pollos de la variedad “feliz”, que su marido, también experto saborista (él trabaja desde casa, como consultor privado), generalmente cocina.
Yo ya sabía un poco sobre este tema. Meses antes de conocer a Wright, había tomado un curso acerca de cómo pueden reproducirse los sabores del “pollo feliz”. En medio del área suburbana de Nueva Jersey, visité una compañía llamada Savoury Systems International, un pequeño consorcio especializado en el universo del sabor. Como lo sugiere su nombre, la compañía crea exquisitos sabores a carne para la industria de alimentos. Su sede está en la esquina de un parque de oficinas en Branchburg y, como ocurre en todas las operaciones con laboratorios o sitios en los que se preparan ingredientes, la oficina está permeada por un olor. Este aroma va evolucionando durante el día. Cuando entré al edificio era dulce, frutoso y carnoso, como si alguien estuviera horneando pasabocas con sabor a pollo. Más tarde, cuando me iba, olía a bollos de salchicha. El olor a comida había superado la fragancia del Air Wick enchufado en un tomacorriente de la salita.
Este es un ejemplo raro en el sentido de que uno puede identificar la mayoría de los saborizantes. Lo más frecuente es que esto no sea posible. Usualmente están escondidos tras las opacas denominaciones de sabores naturales y sabores artificiales, los cuales incluyen elementos que se pueden saborear –frutas, notas de especias, gustos salados y agrios como el limón o el vinagre– y otras sustancias que no se pueden sentir, porque se usan para ocultar un sabor indeseado. De hecho, varios ingredientes que vienen en la comida procesada no saben muy bien y necesitan disimularse. Además de la proteína de soya, está el gusto amargo de la mayoría de los endulzantes artificiales y de conservantes como el benzoato de sodio y el sorbato de potasio, que producen lo que se conoce como “quemadura por preservantes”. La compañía alemana Wild vende un producto para modificar el sabor de la estevia, que “tiene este horrible y persistente gusto a regaliz”, como me dijo Marie Wright, jefe de sabores artificiales de la empresa. Las vitaminas adicionales, como es de suponer, saben “vitaminosas”. La B1, en particular, puede tener el aroma de un huevo podrido.
Un chef prepararía una salsa usando grasa de pollo y caldo, junto con mantequilla, cebollas, harina, crema, sal, pimienta y quizá vino blanco. Pero la mayoría de procesadores industriales no pueden darse estos lujos. Utilizar ingredientes reales no solo es más caro, sino que usualmente es ineficaz, pues con frecuencia a los sabores volátiles y frágiles de la madre naturaleza no les va muy bien en su paso por la línea de producción. Las pócimas de las compañías son mucho más fuertes, como las que producen Wild, International Flavors & Fragances (IFF); Gividuan, la empresa de sabores más grande del mundo; la compañía suiza Firmenich; la tienda alemana Symrise, y Sensient, entre otras pocas.
“Si usted toma una fresa fresca después de procesarla, no sabe a nada”, me explicó Wright, para justificar por qué la producción de alimentos depende tanto de la industria global de saborizantes, que mueve al año unos 12.000 millones de dólares.
Parte de la demanda de saborizantes está emparentada con la forma en que se cultivan las plantas y se crían los animales en el mundo. Wright me propuso que, si estaba tan interesada, hiciera un test en casa.
Me dijo que tomara tres pollos enteros. Uno corriente, de los baratos que se encuentran congelados en los supermercados; uno orgánico producido en masa, como los de Bell & Evans; y otro, que ella llamó un “pollo feliz”. Se refería a un ave que hubiera pasado su vida libre, corriendo por ahí y con una dieta evolutiva de pasto, semillas, insectos y gusanos. Wright me pidió que los asara en mi cocina y notara el sabor. “El pollo barato –me dijo– tendrá un mínimo gusto debido a su corta vida, sin acceso a luz natural y engordando con una dieta monótona de maíz y soya. El pollo de Bell & Evans tendrá unas “leves notas rostizadas y grasosas”, y el “pollo feliz” será “incomparable, con un hondo y suculento sabor a nueces”. Wright, como se podrán imaginar, prefiere consumir pollos de la variedad “feliz”, que su marido, también experto saborista (él trabaja desde casa, como consultor privado), generalmente cocina.
Yo ya sabía un poco sobre este tema. Meses antes de conocer a Wright, había tomado un curso acerca de cómo pueden reproducirse los sabores del “pollo feliz”. En medio del área suburbana de Nueva Jersey, visité una compañía llamada Savoury Systems International, un pequeño consorcio especializado en el universo del sabor. Como lo sugiere su nombre, la compañía crea exquisitos sabores a carne para la industria de alimentos. Su sede está en la esquina de un parque de oficinas en Branchburg y, como ocurre en todas las operaciones con laboratorios o sitios en los que se preparan ingredientes, la oficina está permeada por un olor. Este aroma va evolucionando durante el día. Cuando entré al edificio era dulce, frutoso y carnoso, como si alguien estuviera horneando pasabocas con sabor a pollo. Más tarde, cuando me iba, olía a bollos de salchicha. El olor a comida había superado la fragancia del Air Wick enchufado en un tomacorriente de la salita.
Dentro del laboratorio, tan pronto crucé la sala, Kevin McDermott, joven y ambicioso gerente de ventas de Savoury Systems, me ofreció un test de sabor. Lo primero que probé fue un polvo hecho de partes reales de pollo. Lo mezcló con un poco de agua caliente y lo sirvió en dos pequeñas tazas plásticas para que lo sorbiéramos. Contemplé cautelosa el pálido líquido amarillo y luego tomé un poquito. Estaba diluido y aguado –un poco repugnante–. McDermott sacó otro tarro plástico con polvo, tomó un poco con una cuchara y lo mezcló con agua caliente en un vaso de laboratorio. Este era de proteína vegetal hidrolizada o pvh. Hecha de granos de soya, la PVH es uno de los ingredientes centrales que usa la compañía para preparar sus sabores a carne, tales como el “sabor tipo pollo rostizado” y el “sabor natural de res jugosa”. El líquido de pvh sabía delicioso, como pollo jugoso marinado en salsa de soya. Sabía mucho más a pollo que la carne real. McDermott me dio a probar otra muestra de pvh, con un sabor más oscuro, casi quemado. También delicioso.
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